Nosotras, las leonas

“Cuando una leona tiene crías, ella y los cachorros son protegidos por la manada y por el macho dominante; pero, cuando llega otro león a apoderarse de la manada, éste mata al dominante y a las crías que tenga con las leonas de la manada, para que ellas lo respeten a él y así, le den sus propias crías.

Cuando esto sucede, la leona se aísla y enferma, se le forman miomas en el útero, con sangrados continuos y dolorosos, impidiendo a su vez la capacidad de volver a embarazarse. El nuevo macho dominante, al ver que la leona en estas condiciones no le sirve a la manada, ni le sirve a él para su reproducción, la deja aislada. Al cabo de un tiempo, la leona al ver su situación, por mero instinto de supervivencia, se cura; los miomas desaparecen y vuelve a introducirse a la vida de la manada, liderada por el nuevo león dominante”.

Hace unos 6 meses escuché esta historia de Natgeo, recibí este mensaje de parte de un coach, en uno de los peores momentos de mi vida. No logré comprenderlo sino hasta mucho después.

Estuve deprimida durante el embarazo de mi segundo hijo, porque fue un embarazo no planeado y el postparto fue peor. Mi relación de pareja era fatal, aun viviendo en la misma casa. Súmenle que tampoco contaba con el acompañamiento de mi mamá y que las preocupaciones por el cuidado y futuro de mi hija mayor nunca desaparecían.

Mi hijo nació por cesárea en diciembre del año pasado, y durante esa misma cirugía me realizaron el pomeroy (ligadura de trompas).

Durante los primeros 40 días del postparto, tuve sangrado continuo, mismo tiempo en el que, con mi entonces pareja, solo nos hablábamos para pelear.

Después, llegó la calma y tuvimos un par de meses más o menos bien, en el que las discusiones iban y venían, pero no trascendían tanto, como para dejarnos de hablar. Durante ese par de meses dejé de sangrar, me vino la regla mensual como era debido y no duraba más de cuatro días.

Pero todo volvió a empezar a finales de marzo, estábamos tan mal que yo decidí irme unos días con los niños, para que pensáramos mejor las cosas. Cuando regresé, él decidió que lo mejor era separarnos, y allí empezó otra vez mi duelo.

Pasaron quince días para que desocupáramos la casa donde vivíamos y él se fuera de la ciudad. La última semana de abril retomé mi trabajo y al día siguiente regresó mi periodo, para no irse más durante casi 3 meses. Estuve en muchos controles y exámenes ginecológicos, pero todo salía “bien”; inicié tratamiento con coagulantes orales para detener el sangrado, pero se iba un par de días y regresaba.

La verdad es que fisiológicamente era inexplicable, mis cirugías ya habían cicatrizado interna y externamente; pero lo cierto es que, mi alma no sanaba, estaba herida y estaba haciendo duelo.

Como las leonas, lo somaticé en mi útero: “el corazón de la mujer”, porque había perdido mi hogar, el que formé porque iba a nacer alguien de mis entrañas: mi cría, mi hijo.

Nuestro cuerpo es tan perfecto, que cuando por fin comprendí y dejé de luchar por reparar lo irreparable, cuando acepté que mi vida debía seguir sin él, que mi hogar ahora era de tres y decidí hacer un nuevo proyecto de vida, mi útero sanó y el sangrado desapareció… Solamente, se fue.

Todo iba bien, mi periodos se normalizaron nuevamente, hasta el día en el que me enteré que él ya tenía otra pareja. Inmediatamente tuve un sangrado y me duró 5 días.

De verdad, fue verlos en la foto y sangré, así, literalmente; no es invento mío. ¡Y NO! no estaba en mis días, hacía una semana había pasado mi menstruación, fue un sangrado fuera de periodo, era un sangrado de somatización, de dolor y duelo.

Gracias a Dios, cuando eso pasó ya estaba muy consciente del proceso, y ahí fue cuando comprendí el duelo de la leona y entendí que, sin darme cuenta, lo había vivido todo, así como lo viven ellas.

Y no les voy a decir hoy, par de meses después de estar con mis periodos otra vez normales, que ya no me duele el alma, sí me duele; pero voy sanando poco a poco.

Hoy, con todo el amor le doy gracias a Dios y a la naturaleza por hacerme tan perfecta, por mi cuerpo, mis emociones y sobre todo, por no dejarme morir, por darme instinto de supervivencia y hacerme seguir adelante, y consciencia de este proceso.

Hoy comparto esto para que tengas la tranquilidad y la certeza de que todo pasa, nada es para siempre y somos tan fuertes y perfectas que, por naturaleza, estamos hechas para sanar y para sanarnos… ¡SOMOS LEONAS!

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Foto: Wade Lambert en Unsplash

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