Relato de una boda en Venezuela

Después de haber compartido tantos pedacitos de mi vida con ustedes, como cuando les conté que tenía más de 30 y aún seguía soltera y luego de haberles dicho que buscando a un príncipe azul tropecé con un hombre de carne y hueso, no podía dejarlas sin el detalle de lo que fue mi boda.

No sé ustedes, pero yo he estado en la boda de casi todas -por no decir todas- mis amigas, y había escuchado eso de que muchas cosas pasan en el proceso de organización del evento; sin embargo, nosotros no quisimos predisponernos y como mujer valiente, me dispuse a organizar nuestra boda.

Debo comenzar diciendo que la mayoría de los hombres se aburren y colapsan muy rápido con el #ModoBoda; yo no es que pueda quejarme mucho porque a mí me toco un hombre que me colaboraba y se involucraba, pero igualmente se fastidiaba y aburría muy rápido del tema.

Inicialmente pensé en literalmente salir de la iglesia, alzar unas copas, brindar y decirles adiós a todo el mundo e irme de luna de miel  (tipo novela)

Si me preguntan, desconozco cómo me dejé convencer de lo contrario, así que decidimos hacer un brindis bonito y muy muy íntimo con la intención de no estresarnos en el camino; también decidimos casarnos por el civil e iglesia de una vez, ya que inicialmente habíamos hablado de casarnos por civil y meses después por la iglesia; pero desde mi punto de vista hay que aprovechar el impulso, porque acá en Venezuela nada más de ver la lista de requisitos para casarse, sigues adelante, solamente si tienes genuinas ganas.

Nosotros somos católicos, y queríamos tener la bendición de Dios en nuestra unión, por lo que continuamos con nuestro proyecto hasta el final y con la mejor disposición.

Muchos fueron los tropiezos, nada para alarmarse, pero igual se los comento por si les pasa algo parecido. Así que ¡no se desanimen!

Lo primero que quisiera saber es por qué ninguna de mis amigas nunca mencionó que cuando te casas en una iglesia que no es la que te corresponde según tu dirección, debes abrir expediente en la iglesia más cercana a tu casa y luego llevarlo a la otra donde decides casarte.Otra cosa que no sabía era que la fe de bautismo pasaba al arzobispado si salía de la ciudad donde fuiste bautizado.

Bueno, hasta aquí nada me perturbaba porque eran cosas manejables; sin embargo, la fecha que escogimos para nuestro matrimonio quedó atrapada en una situación país realmente lamentable. Soy venezolana y seguramente ustedes saben cómo están las cosas acá. El día del civil estaba atrapada en mi urbanización sin poder salir, luego abrieron pero indicaron que volverían a cerrar a las 12 del mediodía; mi hora de matrimonio era 10:30 am, pero ese día casarían también a los rezagados de otros días donde el paso estuvo cerrado por sus casas.

Así que salimos y en nuestras oraciones solo pedíamos casarnos, ya nos habíamos olvidado del almuerzo y brindis. Y así fue, literalmente logramos casarnos y llegar a casa; recuerdo que ninguno de los dos quería cocinar y nos tocó comer comida recalentada y un pedacito de cada cosa que había quedado del día anterior, pero felices porque habíamos logrado el objetivo.

Justo allí me di cuenta de que las bodas son acontecidas, es como las tesis, que siempre se te acaba la tinta o se te borra la información; y aunque te entren ganas de salir corriendo, allí está el verdadero secreto, hay que vivirlo como te tocó vivirlo.

Para el eclesiástico hicimos absolutamente todo cuanto nos pidieron, pero resulta que una semana antes de la boda, aún el expediente no estaba en la iglesia donde habíamos decidido casarnos. Todavía estaba en revisión en la otra iglesia, yo lo menos que quería era dejar tantas actividades pendientes para la última semana, porque me conozco; soy una chica estresada y no quería colapsar.

Como si fuera poco, el novio y mi madre se enfermaron, no lográbamos confesarnos y el vestido me quedaba apretado, ya que me lo había prestado una de las madrinas y pensé que bajaría de peso con el estrés; pero noooo. Yo soy la única novia que no adelgaza organizando su boda.

Vale acotar que en esta situación, lo mejor de casarse después de tus amigas y en tiempo de crisis, es que tienes vestidos, velos, mantillas, accesorios, coronas y tocados para escoger. Claro, esa ventaja es para las novias como yo, que fui práctica, me probé todo aquello que me ofrecieron, fui haciendo un mix de cada amiga y el resultado fue realmente excepcional.

Debo resaltar que esto fue para el matrimonio eclesiástico, porque para el civil, me dio el síndrome de novia neurótica e indecisa, y después de mandar a hacer un vestido, resultó que no me gustó y salí corriendo a comprarme otro. Les juro que yo nunca pensé que me darían esos ataques de impulso.

Después de solventar lo del vestido que no cerraba, justo ese día me llamaron para buscar el expediente matrimonial y llevarlo a la otra iglesia. Ya era miércoles, ese día salí volando y ¿qué creen? cuando llegué a la otra iglesia, resulta que solo abrían despacho parroquial martes y miércoles en la tarde, y justo esa semana no habían abierto porque estaban en la semana de la Virgen patrona del sector.

Yo, muy positiva, me paré en la puerta del despacho y estuve allí esperando que abrieran con un palo de agua que me emparamó de pie a cabeza. Al ver que nadie llegaba, colapsé y me senté a llorar. Lo bueno es que cuando la gente escucha que te vas a casar, se emocionan y siempre alguien trata de ayudarte, así que una señora que pasaba por ahí me dijo que entrara a la misa y que al final hablara con el padre.  Entonces, llamé al novio para que me acompañara y escuché la misa totalmente emparamada; el padre nos recibió los documentos y nos pidió que fuéramos al día siguiente a confesarnos.

Al día siguiente, llegamos más temprano de lo acordado con el sacerdote, pero resulta que por esas cosas inexplicables que pasan cuando estás en esos días de estrés, el padre salió por la puerta trasera y no nos vio; se podrán imaginar como me puse, recuerdo que mi mejor tranquilizante fue descargarme en uno de los grupos de WhatsApp que tengo, y de repente los miembros del grupo empezaron a hacer catarsis contando cosas que jamás habían contado y que quizás hasta habían olvidado; yo comencé a reírme y me dije a mí misma: MÍ MISMA, estamos en góndola. Al final de la tarde logramos confesarnos y dejar todo listo en la iglesia para nuestra boda .

Mi intención siempre fue que nos tomáramos un descanso unos días antes tipo piscina o playa, pero eso solo fue un sueño, mi novio no dejaba de trabajar y repentinamente sus clientes estaban más intensos que nunca; por otra parte, salían y salían diligencias y para mí la lista se hacía interminable, así que eran las 9 pm del día viernes antes de la boda y todavía andábamos afinando detalles.

En otras palabras, ¡corriendo con todo! otras de las cosas más acontecidas de nuestra boda es que los padrinos estaban fuera del país y por la misma situación no pudieron llegar, así que utilizamos el comodín de padrinos emergentes y logramos solucionar a pesar del sentimiento que nos daba no poder tenerlos presentes.

Al final, cuando llega el día, te das cuenta de que ciertamente de todo pasa, pero la buena noticia es que se va solucionando en el camino, o sencillamente ya no le pones tanta atención. Ese día para mí fue mágico, todo fluyó, a mí en lo personal me entró como un espíritu extraterrestre donde nada me perturbaba, viví todo a plenitud en una onda de #Mindfulness que, sin duda, agradezco.

Ese día llovió todo el día, pero Dios fue tan generoso que no llovió justo cuando entramos a la iglesia; luego durante la ceremonia hasta relámpagos se escuchaban, pero a nuestra salida de nuevo escampó; la torta casi se cae, la maquilladora se enamoró de la madrina y no la soltaba, así que llego un poquito tarde, y esta era la única madrina del primer lote escogido que sí iba a poder estar; a la final llegó 5 minutos después de que entramos y se reincorporó sin mayor tema.

Sinceramente ya cuando estábamos allí frente al altar, no importaba quien había llegado, quien había faltado, ni mucho menos lo que pasaría luego; tuve la gran dicha de tener a un sacerdote muy amigo, ese que un día le dije ”Cuando decida casarme, tú serás quien me case”, y allí estaba el, celebrando nuestra boda con unas palabras inolvidables de esas que llegan al corazón y no solo hacen llorar a los novios sino a todos los presentes.

Justo justo en ese momento, todo los tropiezos se borran de tu mente como por arte de magia y solo sonríes con ojos abrillantados de felicidad cuando recuerdas ese instante.

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Fotos: Víctor Colmenares / Romy Castro.

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