Mi batalla contra la depresión

Me da vergüenza escribir esto porque siempre voy a tener el miedo al juicio y al ridículo, pero quizá es una buena decisión y una buena instancia para lo que quiero lograr con este texto.

Mi nombre es Isabella. Soy una joven de 20 años, estudiante de Medicina en una universidad privada. Tengo una familia que me ama y un círculo social amplio con personas que me aprecian. Tengo un techo en una zona segura y bella de la capital, siempre tengo comida en la mesa, estoy sana a nivel físico y cumplo con los estándares sociales para ser considerada una persona atractiva (poco convencional, pero finalmente atractiva).

Durante mi niñez y adolescencia, siempre me premiaron y felicitaron por mis logros a nivel académico y liderazgo y mis más cercanos me definen como una persona excéntrica, pero en esencia buena y a veces abnegada. En conclusión, una vida perfecta bajo los estándares de una persona clase media y que se contenta con poco, como yo.

Mi situación no siempre fue tan estable como lo es actualmente: con mi madre llegamos al consenso de que hemos tenido, en palabras honestas, una vida complicada y medio de mierda, sin descanso ni pausa que la vida nos haya podido dar para tomar un respiro. Sin embargo, somos personas fuertes que ahora tenemos toda la belleza dispuesta alrededor nuestro y, para este relato, no es relevante lo que haya sucedido en el pasado, si no lo que sucede en el presente.

Me dio depresión, como a muchas personas les ha pasado y como les seguirán pasando. No es mi primera vez, pero sí es la más fea. ¿Por qué les estoy contando esto? Porque quiero que sepan como es, porque va a servir eventualmente.

Esto es una realidad sólo para mis terapeutas, mi mamá, yo y ahora ustedes, porque mis amigos siempre me ven riendo, tirando la talla, diciendo alguna cosa desubicada en plan humor negro que nunca falla en hacer reír a los demás. En la calle me veo como una persona normal, tomando el transporte público para ir de aquí para allá. Pero como yo veo cosas que el resto del mundo no ve y siento cosas que el mundo no sabe, porque no soy particularmente talentosa describiendo lo que siento verbalmente, utilizaré mi única vía de comunicación donde siento que realmente puedo expresarme de manera certera. Sé hacer una cosa, y es escribir.

Toda esa belleza que en algún momento veía en la sonrisa de la gente, en los amaneceres, en los atardeceres, en el fuego, en los abrazos, en la manera en que los demás existían… En todo, se me fue arrancada de los ojos.

Ya no le veo el sentido, la belleza, la profundidad a las cosas. No me queda amor. Lo que en algún momento significó gozo, felicidad y placer para mí, se convirtió en un gran nada. Mi mente arrancó de si misma todo lo que me daba ganas de salir a descubrir, las bellezas secretas de la vida y lo reemplazó por la sensación vacía en el pecho que significa, para mí, que perdí todas estas cosas. Lo malo que me sucede, es nada. Lo bueno que me sucede, es nada. La existencia diaria es un gran vacío donde en algún momento existió un gigante y bellísimo jardín. Mi mayor orgullo siempre fue mi capacidad de sentir: en general los demás podrían haberme calificado de intensa y la verdad es que sí, pero mi manera de sentir era honesta y sin filtros. Siempre fui de sentir mucho y demasiado, incluso con las cosas más pequeñas de la vida y me quitaron eso. Yo me quité eso, ¿La enfermedad me quitó eso?

Conozco los fundamentos biológicos detrás de algunos trastornos psicológicos, por mera curiosidad. Conozco lo que me está sucediendo, sé qué está sucediendo en mi cuerpo, sé que todo está en mi mente, así que por favor no me webeen con eso. Sé que ya he pasado por eso y también sé que ya he salido de cosas similares, pero cuesta harto hacer efectivo el ejercicio de racionalización.

Intento fijar mi vista en lo bello, pero no lo encuentro; estoy ciega. Intento racionalizar los procesos que suceden en mi cabeza y estar consciente de que esto es superable, pero estoy ciega. Estoy ciega en una habitación fría y solitaria. Estoy ciega, sintiendo permanentemente un dolor emocional que me quita todas mis últimas energías. Al mismo tiempo, estoy en el sillón de alguna persona cagadísima de la risa de alguna cuestión estúpida que alguien dijo o tirando la talla o bailando alguna estupidez en la calle porque aunque sienta, a veces, que ya me perdí a mí misma y que ya es cosa de esperar, no puedo dejar mi humor basura de lado. Mantener buena cara al mal tiempo, o no sé, en verdad no me acuerdo de cómo iba el dicho.

No sé si pueda transcribir en palabras aquella sensación que no es la nada: es un gran nada y al mismo tiempo lo más gigante y horrendo que existe. Lo único concreto que podría decir respecto a ella es que de verdad te da ganas de morir y eventualmente te convence de que tu muerte, en efecto, viene pronto.

Me acuesto a las 10:00 pm con esperanzas de que ese día me toque dormir rápido. Por favor Dios déjame dormir hoy, la mayor cantidad de horas seguidas y, pese a mis mejores esfuerzos, hace años que no he tenido un día en que haya dormido sin interrupciones. Entenderán que, al ser estudiante, mantener una vida social activa, transportarme día a día, mantener los lazos con mi familia y mantenerme funcional estando permanentemente cansada es un peso considerable, pero no es mi mayor peso. Pese a mi entorno bello y ausencia de problemas, pienso diariamente que la muerte es el descanso que necesito. No lo haría, eso sí: le prometí a mi mejor amigo que no me alejaría de él, no quiero abandonar a mi familia y mis ganas de ser médico le ganan a las ganas de morir mayoría de los días. La depresión, como enfermedad y no como estado de ánimo, cambió mi talla de “necesito unas vacaciones en el Caribe” a “morir no suena como una mala idea”. Y este pensamiento no viene con la nada, viene con un gran pesar.

A pesar de todo esto, que es el equivalente emocional de intentar cargar a tres elefantes, dos planetas, un kilo de peras y tres rollos de confort en mi espalda, debo mantenerme activa porque tengo ramos que pasar, ser buena amiga, ser buena hija, ser buena hermana, cuidar mi alimentación y mi cuerpo, transportarme diariamente a donde vaya a caer y ayudar a mis amigos en lo que necesiten. Y lo hago. Me maquillo todos los días, diariamente gano la lucha de levantarme de la cama, ocasionalmente me tomo fotografías, sigo cocinando cosas ricas, de verdad me estoy esforzando. Lo hago y no lo pienso dejar de hacer, tampoco pretendo echar encima de alguien todo lo que siento o que sientan pena por mí. No necesito ni su pena ni su consejo, estoy “bien”, lo que necesito es su concientización.

  • Necesito que no piensen en mí. Piensen en ustedes, sus familias, sus amigos, los que están acá y los que se han perdido.
  • Necesito que sepan que yo no soy la única persona pasando por esto.
  • Necesito que sepan que, alrededor del mundo, hay muchas personas que silenciosamente están pasando por una lucha titánica.
  • Necesito que sepan que, cercano a ustedes, hay muchas personas que puede que estén luchando. Que hay mucha gente alrededor de nosotros sintiendo que el cielo se cae y el piso deja de existir y que su corazón ya no existe y que por favor detengan esto porque me están rompiendo y no puedo más, pero siguen haciendo lo que tienen que hacer. Amas de casa. Estudiantes. Padres. Madres. Hermanos. Grandes empresarios. Actores. Chefs. Todos. Nadie está libre, todos pueden caer en esto. Pero no nos dejemos caer. Recordar que no todos son tan fuertes, no todos aguantamos las cosas de manera igual.

Las generaciones actuales no son débiles. Según la Organización Mundial de la Salud, 300 millones de personas en el mundo sufren de depresión. En Chile, aproximadamente 800 mil. Es algo social, incluso: el nivel socioeconómico y la región en donde vives influyen mucho en esto. La gente que lucha no está dando la hora, no está rayando la papa. No son flojos. No son descuidados. No tienen “penita”, no necesitan “nanai”. No son distraídos. No son malagradecidos. No les falta sexo (ya, quizá). No se va a pasar con un cañito. No va a pasar con un “ánimo”. No sucede nada cuando nos dicen que tenemos que ser más positivos. Cambiemos esas ideas, busquemos como personas, como comunidades, como país, herramientas para educar y ser educados.

Educar, ayudar, eliminar ideas erróneas y definitivamente dejar de romantizarlo: esto no se desea para ser salvado por alguien, para que los amigos me presten más atención, para que me cuiden más. Eso es culpa de Tumblr, por favor, dejen de pescar Tumblr y las series culiás que salen con estos temas.

Por favor. Si sientes algo como esto, si has sentido algo como esto, pide ayuda profesional. Por favor, avísale a tu familia, por favor, avísale a tus amigos. Si tienes sospechas de que alguien está pasando por algo como esto, avísale a su familia y sus amigos si es necesario. No lo dejen crecer: si crees que estás en riesgo de sufrir depresión, pide ayuda desde el primer instante. Si necesitas alejarte de personas porque te están haciendo daño, hazlo. Si necesitas dejar de hacer ciertas cosas porque te están matando, deja de hacerlas. Si estás en una relación abusiva, sal de ahí. Si te han sucedido cosas que te marcaron y te están hundiendo, convérsalo y pide ayuda. Si alguien te dice que dejes de darle color, mándalo a la chucha después de haber pedido ayuda. Si estás en una carrera que no es para ti o un trabajo que te tiene en la pasta, déjalo, hay demasiadas opciones para florecer. Cuídense chiquillos, porque aunque a veces no parezca obvio, la vida es una.

Si quieres saber más sobre esta enfermedad, te recomendamos este artículo: Todo lo que quieres saber sobre la depresión, pero nunca te atreviste a preguntar

Foto: Unsplash.

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