Cuando te conviertes en “la otra”

“No hay nada mejor escondido que lo que esté a la vista”
Anónimo

1, 2, 3, 4 , 5 …y así cuentan hasta llegar hasta 100. Tú, buscas donde esconderte. Bajo la cama, detrás de un árbol, en el armario o en los matorrales. La emoción de no ser descubierto te crea cierto “mariposeo” en el estómago. Casi ni te atreves a respirar, sudas frío, el corazón te late a millón y te repites mentalmente: “Que no me encuentren, que no me encuentren….que no…”

1, 2, 3, 4, 5… y así él te cuenta hasta 100 mentiras (que tú te crees). Buscan donde esconderse juntos. Sobre su cama, en cualquier rincón oscuro de un local, dentro de un coche, en un bar fuera de la ciudad, en los mensajes picantes y ocultos del móvil o en las llamadas a deshoras… Pero jamás en un lugar público ni a plena luz. Pasas meses sin poder respirar, el corazón te late a millón, las mariposas en el estómago te causan acidez e igualmente te repites mentalmente: “me da igual, yo voy de guay, eso es SU problema y a mí no me afecta” (Sí, claro).

ESTÁ BIEN QUE TE CUENTEN MENTIRAS ¿PERO QUE TE LAS CUENTES TÚ? (ESTAMOS GRAVES)

Muchas veces nos metemos en el juego de las “escondidas” casi sin ser invitados a jugar. Cuando te das cuenta de que estás jugando, ya es tarde. Nunca te van a decir que tienen pareja (ojito: que si nunca puede verte los fines de semana, algo pasa); jamás te presentan a nadie, nunca te besan ni te citan en un lugar público por miedo a ser “descubiertos”. Y lo más divertido de SU juego, es que terminas escondiéndote tú y tú no tienes nada que esconder.

Tengo amigas muy cercanas, que no son capaces de ver las señales que se les presentan claramente, por miedo a la soledad, por conformismo o por hacerse las “modernas”. Aceptan el Backstage, el detrás de cámaras, el trastero, el maletero del coche emocional del tipo con el que “creen” que salen. Lo más interesante es que ellas te juran que están claras, sobre todo cuando descubren que su nueva conquista está comprometido hasta la muerte o hasta que se canse de la “legal”.

Otras, saben exactamente a lo que van, lo sabían desde el principio, aceptaron las mentiras y corrieron a esconderse junto a él, porque la adrenalina de lo “oculto” es muy sabrosa. Pero todo tiene un límite.

¿PARA QUE SE ACEPTA UNA RELACIÓN EN LA OSCURIDAD?

Para mí (que no soy una erudita, ni mucho menos), una de las razones es la falta de amor propio o la creencia incrustada en el cerebro de “no soy suficiente para tener una relación de verdad”. Por lo tanto, se acepta el “mientras tanto”, “el poquitico”, y ser “El chupito de la comida”.

Otra podría ser por comodidad, por no saber lo que se quiere en realidad o por vivir el momento. Somos grandes actrices, no somos claras con la persona con la que jugamos, ni con nosotras mismas. Nos ponemos la careta de “lo tengo bajo control”, cuando sabemos, que en lo más profundo de nuestro ser, lo que queremos es: Respeto, sinceridad y amor; algo que no vamos a poder tener de este señor con el que nos hemos enredado.

Cuando estamos inmersas en este tipo de juego emocional (ojo, que no estoy libre de pecado y ya me he llevado mis pedradas), al parecer no queremos darnos cuenta de que las consecuencias pueden ser que nunca salgas del escondite, que te pases los años en la contraportada de la historia y que te quedes, sin querer o queriendo… en la oscuridad.

Imagina por un momento que tienes 5 años y te quedas atrapada en un baúl…¿Qué haces? ¿Pides ayuda? ¿Gritas? ¿Golpeas hasta que logras salir de ahí? No me vengan con historias, a nadie le gusta estar encerrado en un hueco sin salida y en este caso, la salida sólo está en nuestras manos.

Muchas veces la dinámica de “El escondite” es divertida, emocionante y muy cómoda para muchos. Eres libre de vivir la experiencia. Eso sí, si te quedas atrapada en el baúl, gritas y nadie viene  a auxiliarte, no culpes al otro. Ya no tienes 5 años. Cuando crecemos y aceptamos este tipo de juegos, tenemos que ser adultos. Si nos pasamos la vida culpando al otro y no asumimos nuestra parte de responsabilidad, nunca saldremos a la luz. Nadie te mandó a meterte en el matorral… Que seguramente tenía sus espinas.

Hace poco viví una experiencia así: acepte jugar, acepté divertirme y acepté esconderme sin necesidad. No les voy a negar que fue divertido, que aprendí mucho…Pero los juegos de tanto jugarlos, cansan. Advertí, grité como niña que dejáramos de jugar… y cuando me di cuenta de que me faltaba hasta el aire, decidí abrir el baúl sin su permiso…correr muy lejos….y gritarme a mí misma ¡¡¡1, 2, 3 POR MÍ!!!

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Foto por: Jurica Koletić en Unsplash

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